Monday

Autodefensa

"Quien se defiende a sí mismo tiene un tonto por cliente y un imbécil por abogado". La frase, atribuida a Abraham Lincoln, suele usarse en el contexto forense para desalentar a quienes pretenden economizarse la asesoría letrada. Ya sabemos cómo les ha ido a personalidades de la talla de Homero Simpson o Sócrates cuando han tenido la mala idea de asumir personalmente su defensa en juicio. En este orden de ideas, me preguntaba si no será incluso más insensato sostener mis propios puntos de vista cuando discutimos nuestros asuntos con Glenda.

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Tuesday

Retrato del autor

Antes, cuando una persona creía encontrarse en la cumbre de su vida y obra, no perdía más tiempo y hacía llamar a su retratista de confianza. La historia del arte doméstico da cuenta de las ridiculeces que menudearon en tales despliegues de vanidad. Con la invención de la selfie todo se fue al carajo y la intrascendencia pasó a ser la estricta norma, pero ese es otro asunto. Pienso, por ejemplo, en aquella pintura de Tony Soprano que acabó en el basurero y que el maniaco Paulie Gualtieri recogió y mandó a empeorar lo mejor posible. Tuve especialmente en cuenta estas consideraciones al encargar a Glenda que me inmortalizara en el momento, no diré encumbrado, pero tampoco deprimido, que atraviesan mi vida y mi carrera. El producto fue esta pieza de 15x18 centímetros, realizada en tinta sobre papel, coloreada digitalmente, que se titula: Retrato ecuestre de M. como el hombre invisible desnudo con máscara de Groucho Marx y tricornio.


 

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Aventura a medias

Una librería de viejo, una seria, tiene que considerar entre sus existencias un conveniente amasijo de gatos viejos, polvo y chatarra literaria. Debe tratarse de atmósferas enrarecidas, lugares más bien sórdidos, provistos de un gran fondo de Pearl S. Bucks y Vicky Baums descuadernados y mohosos y, en lo posible, de fantasmas. Si se tiene entre cejas, digamos, el Ministerio del miedo de Graham Greene, lo más probable es que, tras escarbar como sabueso en estantes repletos de John Grisham y cajas en las que conviven Reader's Digests de los noventas, pacientes arañas y novelas de Simenon, termine uno dándose por vencido. En cambio, con suerte, desenterrará un magnífico Flaubert o una segunda edición de González Vera. Más de una vez, embriagado de entusiasmo, he creído estar llevándome a casa un modesto tesoro, solo para descubrir, muy tarde, que se trataba de un tomo suelto, aquel equivalente bibliográfico al calcetín desparejado. Hace unos meses pensé que había dado con la novela Oblomov de Iván Goncharov. Inmediatamente comuniqué a Glenda el hallazgo:
-En éste libro sucede poco o nada. Oblomov, el protagonista, se la pasa tumbado en el diván sin decidirse por empresa alguna. ¿No es una historia fascinante?
-Si -concordó.
Estaba de un humor radiante, claro, hasta que leí en la portada: "Tomo II y último".
-Es el segundo tomo -balbucí. Glenda procuró consolarme:
-No estés triste, no pasa nada: tu Oblomov debe seguir recostado en su diván.

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Sunday

Picnic

Vivimos en un mundo cruel donde a veces se te caen los cigarrillos al wáter. Por ejemplo, ayer nos vimos obligados a improvisar la merienda en el Parque Forestal. Por consideraciones en las que no ahondaré, me pronuncié a favor de acomodarnos en cierta banca frente a un prado donde afortunadamente no había rastros de ninguna laguna con patos. Glenda se opuso con determinación  -: Merendar en una banca de parque -expuso -es para homeless. Sobre el césped, pasa por picnic -.Mi pobre chaqueta de tweed puede dar fe de lo juiciosa que es mi chica.

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