Tuesday

Berenjenas y otras conversaciones


En Plaza Italia, a la entrada del teatro de la Universidad de Chile. Faltan pocos minutos para las nueve de la noche.

-¡Hola!
-Uhm, ¿qué tal?
-¿Qué te ocurre?
-Sabes que no me gusta que me hagan esperar.
-¡Bah!, a mi me encanta esperar, pero claro, en cosa de gustos…
-¡Pero es que debiste llegar hace más de media hora!
-Sí, me disculpo; entiendo que no tienes porqué compartir mi gusto por la espera.
-En fin… un gusto adquirido, diría yo.
-¿Cómo?
-Bueno, como las berenjenas.
-¿Cómo?
-Que las detestas hasta que, a fuerza de detestarlas, te empiezan a gustar.
-Pero a mi las berenjenas me gustan desde siempre.
-¿Y esperar?
-No sé desde cuándo pero me encanta.
-¿Y qué le ves de bueno a esperar?
-No sé, creo que quedar en suspenso, como en un paréntesis temporal, invita a adentrarse en los abismos del mundo interior.
-No le veo la gran cosa a eso de "adentrase en los abismos del mundo interior”.
-Es comprensible.
-¿Por qué te parece comprensible?
-Porque los abismos están hechos fundamentalmente de oscuridad, absurdos y monstruos.
-No estoy de acuerdo para nada.
-Es comprensible.
-A ver, ¿qué es lo que comprendes tan bien?
-Que no estés de acuerdo; las personas suelen tener puntos de vista diferentes, hasta diametralmente opuestos.
-Lo que dices es una tremenda obviedad, así cualquiera puede mostrarse comprensivo.
-¡Touché!
-A lo que me refiero es a que no creo que alguien logre adentrarse demasiado en el supuesto mundo interior, menos en sus abismos. Lo que en realidad hacen las personas es darle vueltas a sus asuntos y, si tienen bien puesta la cabeza sobre los hombros, sacan conclusiones, si no, acaban persiguiéndose la cola como los perros.
-¿Sabes?, en el fondo me parece que sólo se trata de diferentes maneras de expresar la misma cosa, la mía poética y medio cursi, la tuya decididamente amargada.
-Como las berenjenas.
-Apostaría a que no tienes idea de cómo cocinar berenjenas.
-Reconozco que ganarías la apuesta.

***
En un restorán peruano. El mozo se acerca ceremoniosamente a la mesa con la botella del tinto más barato de la carta, es decir, tres o cuatro veces más caro que en el supermercado. 

-Muchas gracias. Por favor no se moleste en montar el típico ritual de servir tres gotas de vino y esperar a que lo pruebe y de el visto bueno: sabemos de sobra lo bien que sabe este estupendo cabernet recién descorchado-. El mozo hace una cortés inclinación de cabeza, deposita la botella en un vértice del mantel y se aleja dando unos curiosos pasitos en reversa. 
-Espero que tu salida de protocolo no lo incite a escupir sobre el plato principal o el postre.
-Y yo que eso de escupir sobre los platos no sea más que folklore de restoranes. Además no creo haberlo ofendido tanto.
-Hay quienes se ofenden por menos.
-Admito mi imprudencia. Habrá que poner redoblada atención en la superficie de nuestra comida.
-No bastará con fotografiarla a la rápida y subirla a las redes sociales. Hará falta examinarla concienzudamente, buscar burbujitas y efervecencias pegajosas, rastros de espuma blanca y tornasol.
-Creo que podemos permitirnos esa licencia antes de engullir: en el pasado las personas solían tomarse incluso más tiempo en dar gracias a Dios por los alimentos.
-Así sea y, por cierto, ¡salud!
-¡Salud!
-Gluc-gluc.
-Gluc-gluc.
(...)
-Sé que no es un tema especialmente propicio, pero pensaba en cuántas veces, sin perjuicio de las medidas profilácticas del caso, he intercambiado los más variados fluidos corporales con personas que acababa de conocer.
-A ver, ¿vas a comparar el sexo casual con el eventual escupitajo del mozo en nuestros platos?
-Es lo que pensaba hacer.
-Original, sin embargo olvidas un detalle.
-¿Si?
-Claro: cuando tienes sexo casual tu tolerancia a los fluidos ajenos seguramente se encuentra incrementada por el característico estado anímico que acompaña a la actividad, pero además, por la ingesta de algunas copas de lo-que-sea. Nuestro caso es harto diferente pues ni siquiera hemos acabado con la primera copa.
-¿Nunca has tenido citas mediante alguna aplicación para teléfonos celulares verdad?
-Jamás.
-Lo imaginaba.

***
Al rededor de media noche, caminando por cierta avenida.

-Me niego a tomar Uber. 
-Pero es más barato. 
-Es mi ultima palabra. 
-¿Razones? 
-Creo que no está bien pagar por que te transporte alguien que debe consultar el teléfono para llegar a destino. Me parece poco profesional. ¿Qué ocurriría si colapsa su conexión a internet o sobreviniera un apagón tecnológico generalizado?
-Lo que dices suena exageradamente apocalíptico: siempre se podría bajar la ventanilla y preguntarle a alguien. Sospecho que lo tuyo tiene más que ver con tradicionalismo y nostalgia anticipada. 
-Te lo concedo: encuentro cierto encanto en viajar en el asiento de atrás sufriendo la conversación del taxista, de noche sobretodo y me daría lata que Uber terminara con los viejos y conocidos vehículos negros de techo amarillo. 
-Pobre víctima de Hollywood... supongo que también te encanta Taxi Diver. 
-¿A quien no? 
-No sé, a mi me parece muy cuestionable que personas razonables y hasta progresistas sientan tanta admiración por un personaje que pretendía limpiar las calles de indeseables, reformar prostitutas y deshacer entuertos similares. Yo ahí veo a un neonazi.
-No se trata de ética si no de estética: ¿qué tiene de malo un poco de sentimentalismo y frivolidad de vez en cuando?
-Nada, pero Uber es más barato.  

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