Sunday

Vampirismos íntimos

Nunca me había puesto a pensar con detención en vampiros, vampiresas, transilvanias ni murciélagos. Ni en cuestiones como si las sanguijuelas, los mosquitos y otras alimañas de esa índole experimentan algún grado de lascivia al succionarnos.  O si serán las citas literarias humillantes formas de vampirismo. Palabra que no le había dado la vuelta al asunto. Por lo pronto, descubro hacia la vampirez una simpatía similar a la que se puede sentir por esas criaturas tristonas y crepusculares que habitan el universo del film noir (o las calles de cualquier metrópoli). Nada más que un inofensivo gusto por las sombras, se diría, aunque, como José Ferrato, el vampiro sevillano de Vila-Matas, parece que en ocasiones buscamos en la lejanía personas que suelen estar muy cerca. Que buscamos en las películas vampiros que están en nosotros mismos. Y la verdad es que últimamente, entre muchas otras señales inequívocas, he notado que frecuento mi vida y mis recuerdos con una avidez más bien colmilluda y que ya no me veo reflejado en el espejo al fumar. Las explicaciones sencillas esta vez son excesivamente sencillas. Para afrontar mi nueva condición, creo, lo más razonable sería encomendarme a mi paisano Daniel Emilfork y hacer una lista de séis canciones, como en los viejos tiempos.

Vampire blues - Neil Young.
CI - Los Punsetes.
Drácula, Calígula, tarántula - Coágula Espátulo.
Bela Lugosi's dead - Bauhaus.
Vampiresa mujer - Jonathan Richman.
Tango notturno - Pola Negri.

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Friday

Pompas de jabón

A veces se le ocurren a uno frases estupendas. Sin sentido quizás, pero no por eso menos sugerentes. Hasta bellas, ocasionalmente. Me he propuesto no dejarlas ir. Nada más se asomen, haré una nota mental: "No olvidar frase estupenda". Se acabó la fugacidad del momento, cazaré pompas de jabón como Chardin. Cuando tenga un número suficiente me regodearé haciendo haikús y poniéndole nombre a asociaciones secretas cuyos estatutos aún no se han escrito. He dicho.

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Saturday

Los amigos

Ando nostálgico de ver jugar a mi equipo. Universidad de Chile, faltaba más. Coloreando mis emociones podría decir: I feel blue. Y es que la Copa América ha vuelto insufrible el ya de por si agobiante páramo de las intertemporadas. No hay consuelo. El fútbol de selecciones es muy otra cosa. Algo a medio camino entre la diplomacia y el waterpolo, creo yo. En fin, solo resta ser fuerte como deben serlo los enamorados que se separan. Entre tanto, gracias a los buenos muchachos de la revista Un caño, me dedico a jugar a Los amigos. En palabras de sus creadores, el juego "consiste en combinar apellidos de dos futbolistas de todas las épocas y de cualquier latitud, que ya sea por oposición o complementación, formen una pareja perfecta -una sociedad- en la cual no se pueda dudar de que están hechos el uno para el otro." Se podría objetar que, habiendo tantos futbolistas y tantas ligas, es demasiado fácil hacer trampa pensando primero en cualquier apellido y luego buscar sobre seguro un futbolista al que le calce. Nada más lejano a la mentalidad del aficionado, para quien un apellido es, ante todo, algo que corre por el césped con un número en la espalda y ocupa una posición determinada. Debo confesar que me retuerzo de envidia por no haber descubierto primero la sociedad stendhaliana "Rojo y Negri" o la fúnebre "Palma y Coronas". Bueno, mi lista preliminar va así:

Bélicos: Guerrero y Soldado.
Sustanciales: Durán y Blandi.
Eufónicos: Cocu y Kaká.
Ajedrecistas: Reina y Torres.
Anatómicos: Caniggia y Muslera.
Navales: Barcos y Balsas.
Felinos: Gattas y Gatusso.
De temer: Guardiola y Porras.
Caballerescos: Casco y Espadas.
Ortografías dudosas: Baca y Bakero.
Campeadores: Ruydíaz y Vivar.
Villancicos: Buonanotte y Pastore.
En invernación: Donoso y Cuevas.
Peanuts: Charles y Shulz . 

Como decía, el fútbol de selecciones es otra cosa. Por lo demás, con el paso de los años se ha perdido mucho. Checoslovaquia sin ir más lejos. Ahora ni siquiera se hacen himnos decentes. Al Sur del Mundo y Waka Waka son síntomas de decadencia, si no de la civilización, por lo menos de los campeonatos de selecciones. Antes se hacían canciones así:
  

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Monday

Lo evidente

Se diga lo que se diga, las apariencias no son particularmente engañosas. Una pipa suele ser una pipa y un animal de cuatro patas, que se refugia bajo los carros aparcados y hace miau, un simple gato de callejón. Suena aburrido y lo es. Las imposturas y los espejismos no están a la orden del día, aunque los teóricos de la conspiración o los psicoanalistas no parezcan tenerlo especialmente claro. Ni qué decir de los cazadores de espías. Gajes del oficio, es de suponer. Pero hay quienes tienen el tino de buscar las cartas, robadas o no, junto al resto de la correspondencia. Tipos como el teniente Hunter en La liga Anti-muerte de Kingsley Amis. Se trata de un oficial británico abiertamente homosexual y del padre del escritor Martin Amis, respectivamente. En la novela, harto del psiquiatra que se empeña en curarlo de su afición a la botella sacándolo del clóset, el teniente opina: "A ese hombre le debió ocurrir algo durante su infancia que le ha producido un enfermizo horror hacia cuanto sea evidente." He aquí el famoso efecto volteador de calcetines del sentido común. Si mal no entiendo lo llaman humor inglés.

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Tuesday

Gimnasia bancaria

Ya no recuerdo qué importantes diligencias me llevaron hace años a la improbable ciudad de Puerto Natales, pero si que allí escuché cierta expresión de un señor no menos improbable. Se llamaba Carlitos. No Carlos, si no  Carlitos, puntualizó. Era bajito, moreno y de una mirada un tanto socarrona con un dejo a Lee Van Cleef. Era además la amabilidad personificada ¡Con semejante nombre! Nos conocimos en un café preguntándole por una dirección. Me orientó con precisión, sin escatimar en mapas, como es de rigor, dibujados en una servilleta. Aclarado mi itinerario, aún no me animaba a salir a la intemperie pese a haber terminado hacía rato mi consumición. Afuera caía una desagradable lluvia de agua nieve. Nos presentamos formalmente. Charlamos sobre el clima de Puerto Natales. Horrible, convenimos; antisemitismos aparte, sobre los turistas israelitas que hacían nata en la Patagonia; sobre la pesca de la trucha en la región. Tal suerte de contingencias. Al cabo consultó su reloj pulsera y, antes de tomar su sombrero y partir al trote, se excusó diciendo: "Tengo que hacer gimnasia bancaria. Adiós amigo mio". Se perdió tras la puerta, en tanto yo me quedé prendado de aquella expresión: “gimnasia bancaria”. Hoy por la mañana escuchaba un anuncio radial sobre los peligros del sedentarismo. Más letal que el tabaquismo. Una verdadera pandemia, se aseguraba. Pensé en Carlitos. Seguro él también despreciaría las sedentarias transacciones electrónicas. Creo que ambos debemos conservamos en forma, pues, a lo menos en lo que a mi respecta, el día anterior había realizado depósitos, giros, cruzado cheques, fumado cigarrillos en el camino de una institución a otra y, lo más importante, participado de interminables colas, impasiblemente abocado a mi vida interior y la observación. Es un hecho que si un día decido atracar un banco, Carlitos sería mi cómplice ideal.

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Saturday

Roman candle streetart

En Chicago, Illinois, las escaramuzas entre pandillas acaban de ganarle bastante terreno a las tradicionales vanguardias artísticas. Performances sadomasoquistas, pinturas en blanco, vodeviles desenfrenados: ese tipo de pesadeces. No sé qué pensaría Al Capone, pero a mi me parece que desde los cuarenta y cinco segundos en adelante la cosa se pone por lo menos muy linda. Y solo porque escribir hermosa me da pudor.

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