Saturday

Catolicismo y gin tonics

Me resulta muy curiosa esa especie de tradición inglesa de los escritores católicos. La verdad es que no entiendo qué pasará por sus excéntricas almas, y eso que ya he buceado bastante hondo en las aguas de Chesterton, Waugh, Greene y, haciendo a un costado mi pequeña pinacoteca particular de prejuicios, hasta en las de Anthonny Burguess. Imagino que por ser un simple latinoamericano descreído no he conseguido sacar en limpio nada más que lo siguiente: lo fundamental en el catolicismo literario inglés pareciera apuntar a presentarse puntualmente a la misa dominical, con una impecable resaca, tan inodora e incolora como el H2O de la pila baustimal y a no divorciarse jamás.

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Monday

Lo evidente

Se diga lo que se diga, las apariencias no son particularmente engañosas. Una pipa suele ser una pipa y un animal de cuatro patas, que se refugia bajo los carros aparcados y hace miau, un simple gato de callejón. Suena aburrido y lo es. Las imposturas y los espejismos no están a la orden del día, aunque los teóricos de la conspiración o los psicoanalistas no parezcan tenerlo especialmente claro. Ni qué decir de los cazadores de espías. Gajes del oficio, es de suponer. Pero hay quienes tienen el tino de buscar las cartas, robadas o no, junto al resto de la correspondencia. Tipos como el teniente Hunter en La liga Anti-muerte de Kingsley Amis. Se trata de un oficial británico abiertamente homosexual y del padre del escritor Martin Amis, respectivamente. En la novela, harto del psiquiatra que se empeña en curarlo de su afición a la botella sacándolo del clóset, el teniente opina: "A ese hombre le debió ocurrir algo durante su infancia que le ha producido un enfermizo horror hacia cuanto sea evidente." He aquí el famoso efecto volteador de calcetines del sentido común. Si mal no entiendo lo llaman humor inglés.

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