Friday

Contribución al Nuevo diccionario de lugares comunes (entradas sobre idiomas)

Chino: no se entiende. En el mismo sentido Flaubert en Dictionnaire des idées reçues.
Japonés: como chino pero más ronco o agudo y gritado. En ocasiones, sexy.
Vietnamita: igual que el chino pero con saltamontes fritos.
Coreano: Igual que el japonés pero más pop.
Ruso: si tu padre se llama Iván y tu también, entonces te llamas Iván Ivánich. Si te llamaras María, entonces serías María Ivanovna.
Francés: el idioma de amor. Schopenhauer decía que el francés es el italiano pronunciado por una persona resfriada.
Inglés: hay que saber inglés. Shakespeare lo inventó, por eso es el mejor idioma para la poesía.
Gaélico: Joyce no escribió en gaélico, así que podemos pasar.
Finlandés: no podría ver películas de Kaurismaki sin subtítulos.
Polaco: ¿cómo se pronuncia Wojtyla?
Italiano: ¿se puede cantar ópera en otro idioma? ¿No resulta insufrible la Flauta Mágica?
Alemán: En alemán las frases son trenes con muchos vagones repletos de palabras, lo que parece favorecer a la filosofía, sobre todo a la alemana. Si hablas mapudungún aprendes alemán más fácilmente.
Holandés: un burro -según el filósofo alemán Georg Lichtenberg - es como un caballo traducido al holandés.
Portugués: como el español pero más lindo tanto en fado como en bossa nova.
Español: como el portugués, pero no tan lindo si no lo pronuncia alguien de Colombia o Penélope Cruz. Se presta a circunloquios y malos entendidos tan bien como el francés.
Catalán: español abreviado.
Lenguas del oriente medio habladas por pueblos que prefieren al profeta Mahoma a Jesucristo: muchas palabras bonitas como almizcle, nadir y jofaina. Acusada tendencia al morfema “al”.

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Thursday

A Roma

Hace falta ser bastante iluso para creer que todos los caminos conducen a Roma y que, en consecuencia, cualquier camino, en particular el “camino propio”, es el adecuado. En realidad este bonito lugar común no es más que una hábil treta del Diablo (¿si no qué?) para sembrar confusión en la humanidad desorientada. Que yo sepa, un camino nunca ha dejado de ser el trayecto más directo o el mejor señalado o el menos pantanoso o, en cualquier caso, el que efectivamente permite llegar a destino. Así que pongámonos serios: es un hecho que no todos los caminos conducen a Roma; los hay que llevan al Paraguay a Checoslovaquia y hasta a la isla de Madagascar. Por otra parte, nadie puede negar la existencia de callejones sin salida, con todo y basureros de latón, donde los gatos se juntan a conversar. No vale la pena referirse a los laberintos, meras creaciones de la literatura. Para que quede claro: a Roma no se llega como sea, lo normal es llegar en avión, en tren o en algún medio de transporte convencional.
Detestaría ponerme metafórico y plantear que si hay algo seguro es que todos los caminos conducen a la tumba; la verdad, como de costumbre, es prosaica: si no sabes interpretar mapas o si no tienes plata para comprar la guía Michelin, lo que te espera es perderte y llegar a dónde la suerte encamine tu andar. Se podría sostener que perderse a la buena de dios no deja de tener sus encantos, pero seamos justos y reconozcamos que tal forma de transitar, por encantadora que sea, deja pocas opciones al viajero que pretende, digamos, visitar la Piazza del popolo. Así las cosas, parece que lo más prudente sería quedarse bien quieto en casa y olvidarse del famoso viaje a Roma de una buena vez y, solo en caso de no poder contener el ímpetu de desplazamiento, merodear lo justo y necesario por lugares conocidos o reconocibles como la Línea 5 del Metro, el negocio de los peruanos de la esquina, Tahiti, el puente de Brooklyn, el puente de O´Conell, Ushuaia, Picadilly Circus, Cartagena, Tréveris, Parque Bustamante, Bucarest, dos o tres bares de Santa Isabel, la Quinta Normal, la librería Shakespeare & Co, la rivera norte del Mapocho, Moscú,Tánger, el Barrio Brasil, Trelew, el paradero 20 de Gran Avenida, Praga, Chiloé, Chicago o Avenida Providencia esquina Román Díaz. Para lo demás siempre estará internet.

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