Joyce fotografiado

Me parece un rasgo muy de supersticiosos lo de la reticencia a dejarse fotografiar, por ello no me extrañó leer en mi periódico habitual del domingo sobre una cesión fotográfica para la que posó Joyce, de mala gana y bastante ciego a esas alturas, en la que tras darse un cabezazo contra un mueble, le gritó a la famosa retratista de escritores Guisèle Freund: "¡Sus malditas fotos serán mi muerte!". A la vuelta de la desafortunada sesión, el taxi de Freund chocó resultando bastante contusas ella y su cámara. Lejos de marcar el 911, la fotógrafa telefoneó de inmediato Joyce para echarle en cara la maldición proferida y, a modo de reparación, al escritor no le quedó otra que volver a decir cheese.
Queda claro que Joyce era un tremendo cenizo; sin ir más lejos, al poco rato de ponerme a escribir sobre él, la gotera que había hecho reparar ha comenzado a chorrear rítmicamente. Si no fuera por que también soy un poco supersticioso, habría abierto el paraguas en el acto. En fin, creo que Freund nunca perdonó del todo a Joyce y su mala lengua, si no no se explica el que lo inmortalizara comiéndose las uñas.
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