He vuelto a Puerto Montt, llueve la mayor parte del tiempo, el viento hace impracticable abrir un paraguas, etc. Fui a Le Visage, la librería de mi querida Claire Mention & Co., a cobrar derechos de autor (70%) por
Escrito en la oficina. No pude evitar mezclar el placer con los negocios, así que me entretuve husmeando en los estantes, fingiendo que buscaba libros para regalar. Quedé cautivado con una edición argentina de
Diez días que estremecieron al mundo de John Reed. “PC”, leí en la portada. Las mayúsculas rojas me resultaron altamente familiares. Se trataba, no tardé en averiguar, de la abreviatura de Biblioteca de pensamiento crítico, el nombre de la colección. Creo que soy un lector de paratexto muy competente; es una habilidad modesta, pero da alegrías. Entonces recordé aquello que afirmaba Damián Tabarovsky en dos o más novelas (a Tabarovsky le interesa jugar con la idea de repetición): “Mi generación es la última para quien la sigla PC significó Partido Comunista y no Personal Computer”. Tal vez lo de Tabarovsky sea cierto en Argentina, pero en éste país, no. Acá el PC ha logrado abrirse paso a través de las generaciones, disputar territorio semántico a la computación y hacer tendencia hasta el punto de que es bastante probable que el próximo presidente de Chile tenga rasgos de familia, más o menos tenues, con Marx, los bolcheviques, Fidel y Xi Jinping. Al salir de Le Visage, más rico de lo que entré, se me ocurrió que mi generación, a diferencia de la de Tabarovsky, tal vez sea la primera para la que PC signifique, además o sobre todo, Political Correctness. A diferencia de otros, no me parece una idea espectacularmente desoladora (no las hay para alguien que aspire a vivir como un viejo topo). Llovía. El viento dibujaba formas cristalinas en las charcas. Hoy también llueve, mis zapatos no son los apropiados para éste clima, etc.
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