Thursday

El astrágalo

Investigando a la admirable Nathalie Sarraute, recalé en catálogo de  la Biblioteca Nacional y, cuál no sería mi sorpresa al descubrir que, entre las existencias de dicho fondo, figuraba como autora de un libro que jamás escribió. Voy a copiar la ficha digital:  

Pues bien, Sarraute no escribió El astrágalo, la verdadera autora de esta novela es otra francesa: Albertine Sarrazin. No ahondaré en las abismales diferencias que separan vida y obra de ambas escritoras limitándome a indicar que la primera fue una abogada muy vanguardista en lo literario, y la segunda, una delincuente más bien conservadora en sus lineamientos estéticos. Escribo todo esto sólo porque me ha parecido muy agradable que una institución tan respetable como la Biblioteca Nacional cometa desaciertos: ahora la respeto más aún. En cuanto a lo que sea un astrágalo, ni idea. Mis investigaciones no llegaron tan lejos. 

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Sábato

¿Sábato? Si, por supuesto que lo leí profusamente cuando era muchacho. Es más, no pasa día sin que me acuerde de una frase que le dice una chica a su hermano en Abadón el exterminador: Me tenés podrida con Bob Dylan. 

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Del diario del clima

Es un jueves extraño y frío en Santiago de Chile. Está nublado y silencioso. Es un día desganado. Vi varios zorzales en mi paseo del amanecer. En fin, qué más da: despreciables aves de Providencia, mi comuna. Huelga decir que de un tiempo a esta parte las personas han comenzado a militar en dos facciones: veranista e invernista. A mi, que tengo una reputación que honrar, el clima no me puede importar menos.

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Wednesday

Segundo aire

 He decidido darle un segundo aire a mi carrera de bloguero. Motivos laborales me impedían hacerlo: estaba desempleado. Bueno, sigo desempleado. ¡Qué más da! Para aprovechar el impulso diré dos palabras sobre Karina Lem: tiene dos ojos muy especiales, una sonrisa de antología poética y también dos piernas. Además escribe el blog Borde Ígneo, el que figura hace contables años en el blog roll del mío.

Monday

Grasa

Con mi tía y mi primo hablábamos de hamburguesas y salió el tema de la grasa. La conversación, como suele pasar, fue a parar a un estéril pingpong dialéctico madre-hijo. Por pura voluntad de síntesis comenté que toda la grasa tiene sus pros y sus contras, sus etiquetas de advertencia de alto en grasas y sus light en letras etéreas. Nada original; la sobremesa no está diseñada para la originalidad, más vale entenderla como la continuación de la digestión por otros medios. Pero me quedé con la grasa pegada a las paredes de la mente, como una idea persistente. La grasa tiene mejor prensa por fuera que por dentro. Me explico; la crema humectante o el aceite aromático son grasa en el fondo y a todo el mundo les gustan, mientras que nadie reivindicaría la grasa en torno a la cintura o el hígado. Además, la grasa se ocupa como metáfora. Una frase llena de adjetivos y adverbios, dicen algunos, es una frase alta en grasas saturadas, que amenazan con infiltrar corazón del texto, su músculo, representado por verbos y sustantivos. Como toda metáfora, si se la mira bien, uno le comienza a ver las arrugas: ¿y los huesos qué serían? ¿Acaso no hay sustantivos y verbos adiposos desde un punto de vista semántico? ¿Qué son entonces palabras como libertad, luna o amar? Pero lo cierto es que la metáfora está ahí, tan cierta como el aire que respiro y la mañana se levanta, así que mejor pasamos a otro tema. Pienso en una expresión que detesto: pequeños placeres. La detesto por su falsa humildad, porque en el fondo postula tácitamente una jerarquía del deseo; si tomar un helado de limón una tarde de verano o tener tiempo para hacer carreras con un perro bajo la lluvia son pequeños placeres, ¿cuáles serían los grandes placeres? No creo que exista consenso sobre los grandes placeres más allá del sexo. Para pensar en otros placeres mayúsculos haría falta sobreargumentarse a uno mismo. ¿El dinero? Es muy grato tenerlo, pero es un medio, no un fin. ¿La fama? Bueno, un reconocimiento cualitativamente selecto pude que sea más agradable que la aclamación de multitudes sin rostro. ¿El amor? ¿Acaso se habla de amor aún? Esto de los grandes placeres me hace pensar en una expresión que usan los franceses para referirse a las secuelas tras un descomunal orgasmo. Le dicen petite mort. Pequeña muerte. Y a su vez, la pequeña muerte me hizo pensar en una expresión gringa: small talk. Conversación chica o algo así. Encuentro una definición que me encantó: a polite conversation about unimportant things.

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Tuesday

Espantoso esposo

 En una larga y encantadora carta, fechada a finales del siglo XVIII, Jane Austen le cuenta a su hermana Cassandra:        

“La señora Hall, de Sherborne, dio a luz ayer a un bebé muerto unas semanas antes de lo que se esperaba a causa de un susto. Supongo que miró a su esposo sin darse cuenta.”

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Friday

PC


He vuelto a Puerto Montt, llueve la mayor parte del tiempo, el viento hace impracticable abrir un paraguas, etc. Fui a Le Visage, la librería de mi querida Claire Mention & Co., a cobrar derechos de autor (70%) por Escrito en la oficina. No pude evitar mezclar el placer con los negocios, así que me entretuve husmeando en los estantes, fingiendo que buscaba libros para regalar. Quedé cautivado con una edición argentina de Diez días que estremecieron al mundo de John Reed. “PC”, leí en la portada. Las mayúsculas rojas me resultaron altamente familiares. Se trataba, no tardé en averiguar, de la abreviatura de Biblioteca de pensamiento crítico, el nombre de la colección. Creo que soy un lector de paratexto muy competente; es una habilidad modesta, pero da alegrías. Entonces recordé aquello que afirmaba Damián Tabarovsky en dos o más novelas (a Tabarovsky le interesa jugar con la idea de repetición): “Mi generación es la última para quien la sigla PC significó Partido Comunista y no Personal Computer”. Tal vez lo de Tabarovsky sea cierto en Argentina, pero en éste país, no. Acá el PC ha logrado abrirse paso a través de las generaciones, disputar territorio semántico a la computación y hacer tendencia hasta el punto de que es bastante probable que el próximo presidente de Chile tenga rasgos de familia, más o menos tenues, con Marx, los bolcheviques, Fidel y Xi Jinping. Al salir de Le Visage, más rico de lo que entré, se me ocurrió que mi generación, a diferencia de la de Tabarovsky, tal vez sea la primera para la que PC signifique, además o sobre todo, Political Correctness. A diferencia de otros, no me parece una idea espectacularmente desoladora (no las hay para alguien que aspire a vivir como un viejo topo). Llovía. El viento dibujaba formas cristalinas en las charcas. Hoy también llueve, mis zapatos no son los apropiados para éste clima, etc.

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