Friday

La muerte de Juan Rodolfo Wilcock

Hay cosas del verano que no me pueden parecer bien, cosas que, creo, sólo consiguen existir al alero de una especie de estado de excepción estival decretado a la medida de la industria del turismo. Pienso en los festivales costumbristas y las ferias de libros usados; unos y otras comparten lo peor del amontonamiento humano y la inflación de precios pero, como el verano es aburrido, ahí está uno, comiendo la típica comida típica u hojeando libros polvorientos en mangas de camisa, qué se le va a hacer. Hace unos días compré un atractivo volumen de J.R. Wilcock, el poemario Los hermosos días, en la ya tradicional Feria del libro usado de la Universidad Mayor bajo la convicción de que J.R. Wilcock siempre estará bien. El texto de la solapa, anónimo como es de rigor en este género, es excelente y, por tanto, irresumible. Termina con una curiosidad un poquito cargada a lo macabro: "Murió de un síncope en 1978, a los cincuenta y ocho años de edad, mientras leía un libro sobre enfermedades cardíacas en su humilde casa en el campo en Viterbo". Me percato de que el parrafito sobre la muerte de Wilcock encuadra perfectamente en esa famosa ecuación de Bolaño: literatura + enfermedad = enfermedad. En cuanto a los versos, sólo diré que le hacían plena justicia al título del libro, pero para mi no hubo caso con ellos: quizá simplemente soy incapaz de sintonizar con la lira de un poeta enamorado y deba conformarme con la música pop.

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