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Algunos escritores del Río de la Plata y sus muertes


Echeverría murió de tuberculosis, exiliado en Uruguay. No pudieron repatriase sus restos porque, como informaron las autoridades orientales, el muro que contenía el nicho que los guardaba se desmoronó cuatro o cinco años después del entierro, lo que motivó que huesos, féretro y ladrillos reducidos a polvo, se confundieran.

Hernández murió de un ataque cardiaco en su quinta de Belgrano. Sus últimas palabras fueron: "Buenos Aires... Buenos Aires."

Sarmiento murió en Paraguay, donde su médico le había aconsejado cobijarse del frío invierno porteño.

Horacio Quiroga murió tras tomarse un vaso de cianuro. Su cadáver fue velado en la la Sociedad Argentina de Escritores, de la que fue fundador y vicepresidente.

Lugones murió tras tomarse un vaso de cianuro mezclado con whisky, supuestamente, por penas de amor.

Alfonsina Storni murió ahogada. Hay dos versiones sobre el suicidio: una de tintes románticos, que dice que se internó lentamente en el mar, y otra, la más apoyada por los investigadores y biógrafos, que afirma que se arrojó a las aguas desde una escollera.

Arlt murió de un paro cardíaco. Pese a haberse dedicado toda la vida al periodismo, el suceso no tuvo demasiada resonancia en la prensa, ocupada en desagraviar a Borges, por entonces, relegado del premio nacional de literatura.

Macedonio Fernández murió en casa de su hijo Adolfo. Escribió: "En cuanto a la muerte le niego toda efectividad, salvo para el amor, es decir, como separación u ocultación".

Felisberto Hernández murió de leucemia. Su cuerpo se había puesto tan voluminoso que fué necesario sacarlo por la ventana y ensanchar la sepultura para enterrarlo.

Alejandra Pizarnik murió luego de tragarse 50 pastillas de Seconal. Su biógrafo refiere que el velorio, sumamente triste, se realizó en la nueva sede de la Sociedad Argentina de Escritores que, prácticamente, se inauguró para velarla.

Borges, se cuenta, murió diciendo el Padrenuestro. Lo dijo en anglosajón, inglés antiguo, inglés contemporáneo, francés y español.

Fogwill, que fumaba mucho, murió de enfisema pulmonar. Borges había dicho que aquel sociólogo era el hombre que más sabía de tabaco y coches en toda la Argentina.

Mujica Lainez murió en su casa a causa de un edema pulmonar. Fue sepultado en el cementerio de la cercana localidad de Los Cocos. Dejó inconclusa una novela: Los libros del sur.

Juan Rodolfo Wilcock murió en su cabaña, de un ataque al corazón, mientras leía un libro sobre enfermedades cardíacas.

Saer murió, como se dice, con las botas puestas: sobre su escritorio, trabajando en los últimos capítulos de su novela más ambiciosa, La grande.

Victoria Ocampo murió de cáncer a la laringe. Cuenta su sobrina que en sus últimos días no hablaba, tenía una pizarrita donde escribía.

Silvina Ocampo murió de vieja. Padecía alzheimer.

Bioy murió de una falla multiorgánica. Su cadáver fue enterrado en el mausoleo familiar del cementerio de la Recoleta, junto a Victoria y Silvina Ocampo.

Onetti murió de complicaciones hepáticas en una clínica, no en la cama donde se había pasado acostado los últimos años leyendo, fumando y tomando whisky.

Puig murió de un ataque al corazón. Contra lo que se supuso, no era portador del VIH.

Cortázar murió de leucemia. Cristina Peri Rossi afirma que la leucemia fue provocada por el VIH que Cortázar se habría contagiado durante una transfusión de sangre en el sur de Francia.

Néstor Perlongher murió en Sao Paulo precisamente a causa del VIH.

Miguel Briante murió al caerse de una escalera mientras arreglaba el techo de su casa.

Rodolfo Walsh fue acribillado por militares tras resistirse (a tiros) a la detención. Herido de muerte, fue subido a un auto y secuestrado. Su cadáver nunca apareció.

Sábato murió en su casa, 55 días antes de cumplir los 100 años.

Piglia murió de esclerosis lateral amiotrófica (ELA). Los científicos no están seguros sobre los factores que la provocan, pero existen estudios que la vinculan al servicio militar. Lo que es seguro es que Piglia no hizo el servicio militar. 

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1 Comments:

Blogger C. B. said...

¡Ah, la muerte, qué contrariedad! De todas las muertes que has reseñado, me quedo con la de Borges. Aunque me temo que yo tendría dificultades para recordar el padrenuestro aun en castellano. Me conformaré con el Jesusito de mi vida. Saludos

30 July 2019 at 01:28  

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