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Papa patata potato

En Chiloé, la isla de mis ancestros, llueve casi tanto como se bebe y se alzan iglesias católicas por doquier. Para caracterizar a los chilotes se suele aludir a la superstición: en la ínsula una palabra mal escogida, el vuelo de un ave o el talante de la marea normalmente entrañan algún oscuro presagio. Sin embargo en mi autorizada opinión y en broma, como no, el núcleo duro chilotidad radica en el consumo de la papa.

Tanto es así que para el quinto cumpleaños de Florencia, el padre, mi camarada Araña, no ha encontrado nada mejor para afianzar la frágil identidad cultural de la pequeña, que hacer a un costado el pastel y la piñata y en cambio organizar una orgía alimenticia típicamente chilota en la que destaca, fuera de decenas de alimentos de grueso calibre, la papa en una de sus presentaciones más escandalosas: el milcao, es decir una bola ardiente de papa rayada, papa cocida y deliciosa grasa.    

Además da el caso que en la AR5CF (asamblea resolutiva por el quinto cumpleaños de la Florencia) fui proclamado por unanimidad delegado de papas. En parte es culpa mía, no sé que más esperaba después de todo lo que alardeé sobre mi erudición en materia del milcao, en su ortodoxia y los peligros del revisionismo. Así que heme aquí, exhausto tras haber pasado la mañana y la tarde pelando papas, rayándolas luego, estrujándolas a vivo músculo, todo para producir algo así como un miserable kilo de fécula de papa en estado puro.

Viendo el lamentable estado de mis manos no puedo menos que admirar la devoción con que mi abuela, y la abuela de mi abuela se entregaban a la preparación de centenares de milcaos para sus decenas de parientes sanguíneos y afines, para sus amigos, vecinos, el diácono, el cura, etcétera. "¡Además debían atender a las gallinas, al huerto, a los chismes del pueblo y lavar a mano en el río!", pienso con estupefacción, y claro, como de costumbre cuando me pongo a pensar, salto a otro pensamiento:"¡pobres lavanderas del río Liffey, cómo habrán tenido las manos de magulladas!", y aún a otro: "Chiloé. Isla, bebedores, catolicismo, lavanderas, papas. Irlanda, lo mismo. Mi abuela pelirroja y Shimmy mi hermana, lo mismo. ¡Y también los tréboles mi Dios! ¿Es que no será acaso Chiloé una Irlanda paralela o viceversa? ¿Porque, entre papa, patata y potato no hay un trecho muy grande no?" Y así, hasta que dejo las especulaciones al caer en cuenta de que entre el chilote Francisco Coloane, que es bastante afín a Melville, a Conrad y, forzando un poco las cosas, a Poe tal vez, y Joyce no hay paralelo razonable.

En fin, por puro y sentimental amor a la papa, me quedo pensando más en ella. Pienso que, como es sabido, las papas a la larga acaban por adelgazar al cuchillo que las pela y que en cambio han alimentado saludablemente a isleños y continentales por siglos.

Tal vez debiera ponerme un poco de mentholatum en las manos.


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2 Comments:

Blogger Unknown said...

De seguro que el pirata Irlandés culpable de tu genealogía(digo, por las propiedades concupiscentes que se le otorgan a la papa) haya difundido el susodicho alimento en toda Europa; aparte de conjurar ritos mágicos de oscuros orígenes.
Cuando te duela la muela, podrías experimentar poniendo una papa pelada en el bolsillo del lado de la muela afectada, puede curar el dolor, pero no se hace mención acerca del estado en que queda el bolsillo.

26 April 2013 at 17:17  
Blogger M. said...

Es muy gratificante que personas tan enteradas y cultas en lo relativo a la papa comenten en éste humilde blog. Beso tu mano Voleveva Villamoza.

16 May 2013 at 13:55  

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