Monday

Helado de limón

Tal vez mis ideas sean extrañas y equivocadas, pero son las únicas que se me vienen a la cabeza. Por ejemplo, siempre consideré que un tipo duro, uno como el viejo Clint Eastwood o Genaro Gatusso, aquel aguerrido mediocampista del AC Milan o como Wolverine de los X-Men,  sólo debería comer o tomar (nunca he sabido qué  verbo usar en este caso) helados de limón. La culpa de que albergue semejante idea la tiene Anthony Queen a raíz de esa escena de La Strada en la que se devora el helado de un bocado, helado que, no cabe duda, tiene que ser de limón. Resulta claro que cualquiera podría ir por la vida con un cigarrillo cosido a los labios bebiendo whiskys dobles con las manos en los bolsillos de la gabardina sosteniendo una pistola en una y nada en la otra, como en las películas. Pero en la vida real, ser un tipo duro tiene más que ver con tomar (o comer) helados de limón en la menor cantidad de bocados posibles, a lo Anthony Queen, congelándose el cerebro y destemplándose las muelas sin variar el semblante en lo más mínimo. Cuanto más guiñando un ojo. 
Muy a mi pesar debo reconocer que, aunque haya realizado esfuerzos, no soy lo que se dice un tipo duro. Solo soy un sujeto con el autoestima agrietado un tanto aficionado al cine y al helado de limón que hoy, a la hora de almuerzo, recorrió todas las heladerías del Terminal de Buses Sur sin encontrar ninguna que tuviese helado de limón y debió resignarse, humillado ante si mismo, a una porquería de cucurucho de durazno al agua. La dependienta ofreció ponerle salsa encima pero me negué, creo que con bastante dignidad. 

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