Friday

Gratitud

Las deudas de gratitud en particular, y el comercio de cortesías en general, siempre me han causado una tremenda gracia, pero, cinismos e irreverencias aparte, me parecen temas más bien serios y delicados. Y es que en ellos se entrelazan tan apretados el honor y el ridículo como podrían hacerlo en la cara de un guardia del Palacio de Buckingham que intentara mantener la compostura marcial mientras procura desembarazarse, un tanto desesperado ya, de una mosca que se las ha tomado con su nariz. Explicaciones más, explicaciones menos, deseo apuntar una causal de deuda de gratitud, sobresaliente en mi opinión, tomada de mi nuevo cuento de fantasmas favorito El Perro de Turgueniev, donde se presenta a uno de los héroes (el otro es el prerro), Porfiri Kapitónovich, en los siguientes términos: "(El) hombre era un terrateniente modesto de Kaluga, recién llegado a Petesburgo. Había servido en  los húsares y después de arruinarse jugando a las cartas, se había retirado instalándose en el campo. Dado que las últimas reformas económicas había reducido sus ingresos, se fue a la capital en busca de alguna prebenda. carecía de talentos y no tenía ningún enchufe, pero confiaba mucho en un viejo compañero de armas, convertido inesperadamente en personaje importante y al cual en cierta ocasión había ayudado a zurrar la badana a un  fullero". Quizás el zurramiento de badana a fulleros sea de lo más corriente en Rusia pero ¿cómo saberlo si no hablo el idioma ni soy capaz de empalidecer y sonrojarme a velocidades cercanas al millón de años luz del Calendario Juliano? Quedo impresionado otra vez con las cosas del alma rusa.

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