con el pié izquierdo
Hoy me mudé a la nueva casa. Es muy grande para mi solo y hace demasiado frío como para pingüinos (me he visto obligado a hacerme una especie de caperuza–turbante, demás está decir que ridícula, con la bufanda). Hace un rato me percaté del extravío de mi billetera y con ella parte importante de mis efectos personales y mi ya de por si exiguo capital. Me quedan tres cigarrillos, nada de whisky y sufro un incipiente dolor de muelas. Además por la tarde me he enterado que mi ex novia sale con un tipo que sabe tocar el acordeón (¡el acordeón!). Para variar, creo que me he roto un hombro en el trámite de subir un armario por las escaleras. Podría ser peor –pienso –, podría ser hincha del Barcelona que hoy a quedado eliminado de la Champions, pero es un consuelo débil, solo un poco menos débil que la conjetura sobre los espíritus chocarreros sospechosos de hurtar mi billetera. No cabe duda de que he empezado con el pie izquierdo en ésta casa; ojalá mejorara mi suerte, porque comienzo a creer, como a aquel tremendo cenizo de la novela de Enrique Araya, que "fuera de mi alma, lo que más se ha destruido en esta dura jornada de mi vida ha sido mi dentadura" (La luna era mi tierra). Al diablo con el plan de economizar cigarrillos: encenderé uno tras otro, pondré a sonar Bill Callahan y me sentiré miserable a mis anchas.
Labels: cenizos, Enrique Araya, mudanzas
2 Comments:
Me sirvo un whisky y brindo a tu salud. ¡Salud!
Hay algo medio mojigato en usar el dolor de muelas como pretexto para tragos matutinos, igualmente ¡Salú!
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