Monday

la arena


Me estoy volviendo sentimental. Debe ser culpa del paisaje austral, de "esos golfos del estrecho de Magallanes en los que no entra nadie, nunca" donde se puede buscar inspiración para las lágrimas según Cortázar. Ahora que lo pienso, he andado recordando mucho a Cortázar ultimamente, lo que no hace más que confirmar el hecho de que me estoy volviendo sentimental. Tal es mi sentimentalismo que el domingo, es decir ayer, paseando por la playa de Punta Arenas me pesqué un
tremendo acceso de melancolía , causado por el simple gesto de volver la vista atrás y ver mis huellas o las huellas de mis zapatos. Como sea, el asunto es que al mirar el rastro que iba dejando en la superficie limpia y suave de la nieve sentí unas ganas enormes de llamar por teléfono a una ex novia, preguntarle que había sido de su vida y ese tipo de cosas. Lamentablemente había tomado la prevención de borrar todos los teléfonos de ex novias, precisamente para evitar la posibilidad de llantos telefónicos o monólogos trasnochados, así que me vi privado de aquel recurso. Se me ocurrió entonces que lo más sensato sería arrastrar mis melancólicos pasos hacia la orilla, donde la marea había dejado al descubierto una franja de arena. De seguro mis huellas no serían tan tristes como en la nieve, después de todo, se trata solo de piedras diminutas, como bien comentara el protagonista del Eterno resplandor de una mente sin recuerdos. Funcionó: al cabo de unos pocos trancos se me había quitado casi por completo la melancolía austral y comenzaba a discurrir si se dice la arena o el arena. Al final me decidí por la.












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