Monday

hambre


Tenía tanta hambre. Había desayunado muy temprano dos cafés y una mandarina, almorzado cigarrillos, merendado un chicle y terminado la jornada brindando con cerveza. Mis tripas protestaban y con justa razón; su consigna, inspirada ideológicamente en un relato del escritor anarquista Manuel Rojas, era "¡leche y vainillas! ¡leche y vainillas!", pero como no sé a ciencia cierta qué son las vainillas, solo les pude ofrecer bizcochos y un tetra pak de leche entera a mis tripas. Comí con mucha seriedad, pensando en lo respetable que es el hambre, en que la comida es cosa digna de cariño y en los artistas del hambre. Enumero mis pensares deshilvanados.


Uno. "Amiga, muy a menudo nos detuvimos en medio de nuestras caricias / Para escuchar esa canción de nosotros mismos; / Cuánto decía, a veces / Mientras nos esforzábamos para no reírnos. / Era algo que subía de lo más recóndito de nosotros, / Ridículo imperioso, / Más alto que todos nuestros juramentos de amor, / Más inesperado, más irremediable, más serio- /¡Oh la inevitable canción del esofago!" Los versos son de Valery Larbaud, del poema borborigmos, gracioso nombre para los ruidos intestinales que visitan a los enamorados recordándoles que no se puede vivir del amor.

Dos. El género electro-pop se aboca preferentemente a motivos naïf ("cuando haces tecno pop ya no hay stop" - The Raros) o bizarros ("soy Drácula y tengo mecanismo de mujer" - MacNamara), lo que no impide a Javiera Mena sostener una profunda tesis materialista en su canción Hambre. Hay que apuntar eso si que la primera versión de esta pieza de música protesta era interpretada en formato acústico, allá por los tiempos en que la artista sonaba como Cat Power haciendo
versiones de Mazapán.




Tres. La célebre escena del hambriento y ojeroso Charlot cenando su zapato en La Quimera del Oro siempre me ha resultado muy kafkiana, es decir espantosamente cómica. Con el tiempo el lunático de Herzog performará este afortunado gag.



Cuatro. Ricardo Piglia hace sonar por los alto parlantes de su distópica Ciudad Ausente la canción "Reptile Enclosure" en voz de Molly Malone, líder de la banda de descendientes de rebeldes irlandeses "The Hunger" (el hambre en castellano). Interesado por el post punk imaginario de Piglia, descubrí que Reptile Enclosure es un relato del escritor de apocalypsis fictons J.G. Ballard, autor admirado por el cantante de Bauhaus Peter Murphy, quien abre la película The Hunger de Tony Scott con la memorable canción "Bela Lugosi is dead". Me alegra no ser vampiro y contentarme con leche y vainillas, fuera de poder verme en el espejo al rasurarme.


Cinco. Mi papá nos decía cada vez que con mis hermanos, por no interrumpir nuestros juegos o por pura negligencia, nos saltábamos las comidas "ya están como el burro del gitano, que aprendió a no comer y se murió cuando ya había aprendido" ¡Qué tipo gracioso y con buen apetito mi padre! Sospecho además que está en posesión del récord al sujeto capaz de comerse en forma más lenta un bistec.


Seis. No pensé nada para el número seis, así que voy a improvisar... ¿Porqué será que las cosas de comer que no se venden por peso se venden por docenas o medias docenas, por ejemplo, los huevos o las empanadas, y no de cinco en cinco como pareciera sugerir el sistema decimal?... También los lápices de colores se venden por docenas y medias docenas. Una vez, hace muchos años, para una mitín neodadá celebrado en mi pieza ofrecí a la concurrencia y a sus enemigos imaginarios, infusión de virutas de lápices de colores. Fue un éxito muy colorido.







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