Tuesday

el carcaj de los caracoles



Ayer descubrí la bonita palabra "carcaj".

Sucedió por la noche mientras leía un deprimente relato de Raymond Carver que consistía sobre todo en el triste y fragmentario monólogo de una ex esposa dirigido a su ex marido que la visitaba de sorpresa después de muchos años. Decía en una parte:

"Deja a un lado el pasado por el amor de Dios. Todas esas viejas heridas. Seguro en tu carcaj han de quedarte otras flechas."

"¡Conque un carcaj es un porta flechas!", exclamé mentalmente perdiendo el hilo a la historia sin verdaderas ganas de volverlo a encontrar. Por la mañana confirmé mi sospecha con ayuda del Diccionario online de María Molinier.

He andado pensando todo el día en cosas por el estilo. Por ejemplo, que a los griegos se les ocurrieron aquellas insólitas ideas de que el amor tiene que ver con flechazos, carcajs, heridas, almas gemelas y otras zarandajas.

Pensé también en en el testarudo de Guillermo Tell, quien por no hacer una misera reverencia al gobernador, fue obligado a disparar a una manzana colocada en la cabeza de su hijito, y en que por suerte Tell era más diestro con la ballesta de lo que el maniático William Borroughs fuera con la escopeta cuando le voló la cabeza a su esposa Jane.

No puedo evitar suponer que si los padres de Borroughs le hubiesen llamado simplemente John en vez de ponerle el mismo nombre de pila del héroe helvético (Wilhelm Tell en alemán, William, también Tell, en inglés) podría quizás haberse evitado la sangrienta escena.





Final mente he recordado una conferencia del naturalista británico Gerard Durell leída pocos días atrás en la que se decía que "(...) si lo que se desea es un romance verdaderamente exótico, no hace falta ir a la selva tropical a buscarlo: basta con salir al jardín y buscar al caracol común. Éste presenta aspectos tan complejos como el argumento de cualquier novela moderna, porque los caracoles son hermafroditas, de modo que cada uno puede gozar del placer del galanteo y del apareamiento tanto desde el punto de vista masculino como desde el femenino.

Pero, aparte de este doble sexo, el caracol posee algo todavía más extraordinario: un recipiente en forma de saco en su propio cuerpo, dentro del cual se manufactura un diminuto fragmento de carbonato cálcico, llamado dardo del amor.

Así, cuando un caracol (...) se junta con otro caracol, ambos se dedican al galanteo más curioso del mundo. Se lanzan mutuamente sus dardos del amor, que penetran a gran profundidad y se disuelven rápidamente en el cuerpo."

Esos caracoles son como una navaja zuiza zoológica, tienen de todo: antenas retráctiles, casa rodante, carcaj, dos sexos y no me extrañaría para nada que el día de mañana descubran en Papua Nueva Guinea una especie de caracol capaz de correr a la velocidad de un caballo de carreras al son de la Overtura de Guilermo Tell de Rossini.







2 Comments:

Blogger Jordi said...

El reloj de boj de los carcajes. Gracias por tu visita a mis Paraguas en llamas, me ha permitido visitar -aún brevemente de momento- tu Shenublog, me parece relleno de sorpresas escondidas. La primera, ese reverendo patinador que usas como imagen de tu perfil. Lo vi por primera vez en un museo escocés y, desde entonces, me aparece incluso hasta en la sopa, omo quién dice, para mi regocijo. Un saludo, nos vamos viendo, espero.

28 July 2011 at 09:18  
Blogger M. said...

Es muy divertido el reverendo skater Robert Walker, inmejorable compañía para visitar lugares curiosos como tus Paraguas en llamas. Saludos.

28 July 2011 at 18:23  

Post a Comment

Subscribe to Post Comments [Atom]

<< Home