Sunday

caracolito

Era de noche, llovía. El sonido fue como el de una galleta de la fortuna rompiéndose, pero más húmedo. Un caracol había muerto bajo mi última pisada. Me quedé parado en la vereda sintiéndome triste primero, después torpe y culpable ¿acaso no sabía que los caracoles salían a dar una vuelta cada vez que llovía? ¿es que no había notado desde mis más tempranas investigaciones de jardín, que la tonta cancioncita esa de “caracol, caracol, saca tu cachito al sol” era del todo contraria a los hábitos normales de los caracoles de patio? El gran poeta de los caracoles, Kobayashi Issa, se pregunta en un haiku:

“Hasta Mis pies
¿cuándo y cómo has llegado,
caracolito?.”
...por supuesto que la situación de Issa y la mía son absolutamente dispares: él sentado sobre una roca, absorto en sus meditaciones, impresionado por la imperceptible llegada de un pequeño caracol, como si fuese un mensajero de la futilidad del tiempo y el espacio, mientras que yo, corriendo como un idiota bajo la lluvia, sin mirar donde piso, sin esquivar ni pozas ni caracoles, ganándome además un resfriado que me tiene rodeado de papel higiénico usado y estornudando a cada minuto.

No creo que mi imperdonable cuasi homicidio desmienta aquella noble verdad, de acuerdo a la cual éstos lentos viajeros, con todo y casa a cuestas, llegarán finalmente a su destino –¿y quien dice que el destino, a lo menos para los caracoles, no existe?-... Otro haiku de Issa, dice:

“Al Fuji subes
despacio-pero subes,
caracolito.”
... aunque no sirva de nada, lo siento caracol. ¡Achú!

1 Comments:

Anonymous Anonymous said...

MAgnifico!! Felicitaciones por esa entrada,ha sido conmvedora

20 July 2010 at 16:00  

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