Más sobre lluvia

Anochece y aún no caen ni tres gotas (y seguro que a esas tres las detendría el paraguas de uno de mis pluviofóbicos conciudadanos), pero es un hecho el que lloverá más entrada la noche ya que cuando llueve siempre llueve, cuanto menos, de noche. Pienso en aquella profunda interrogante que tanto intrigara a Thurston Moore, prócer del rock newyorkino ruidoso que tanto nos gusta a Araña y a mi, en su última visita a Chile:

 "¿Cómo sabe la lluvia que es de noche?"

En aquella oportunidad el cantante y guitarrista de los Sonic Youth manifestó que la próxima vez que viniese al país lo haría provisto de una beca de estudios para profundizar sobre el particular.

No viene a mucho cuento, pero a propósito de artistas con inclinaciones científicas, recordé que una vez el presentador de un programa de televisión preguntó a un un novelísimo Jimmy Page:

-¿Y que vas a hacer cuando termines la escuela?, ¿tocar la guitarra?

Y el muchacho contestó:

-No, investigación biológica.

Nada, cosas de la memoria asociativa.

La matapajaritos

Por aquí hay muchos árboles y pájaros. Me gustaría poder precisar los nombres de los árboles, decir por ejemplo que en mi calle hay un arce torcido, cinco avellanos y un pequeño nogal, pero lamentablemente no sé más que de álamos, pinos y arrayanes. Soy incapaz, por ejemplo, de distinguir a los nefastos plátanos orientales (que tanto mal me han prodigado esta primavera) de un buen quillay. Creo que en ornitología ando más fuerte pues me consta que por mi cuadra, en aquellos árboles cuyos nombre ignoro, anidan y se alimentan muchos mirlos y zorzales, uno que otro aguilucho, colibríes esporádicos y más bien pocas golondrinas. Incluso creo haber avistado alguna vez a un carpintero en medio de sus empecinamientos. A mis queridos y vulgares gorriones punk y a las inmundas palomas y sus primas tórtolas jubiladas de correos los doy por sobreentendidos.El caso es que durante el día el aire se ha estado arremolinando, las nubes oscureciendo, las aves cantando más quedo, los exagerados santiaguinos mirando de reojo a sus paraguas y apurando el paso, las ramas murmurando hasta que unos tímidos rayos de sol primaveral vuelven a  abrirse paso y así una y otra vez, pues tal parece que a La lluvia matapajaritos, como a tantas entidades crueles y con nombre propio, le agrada darse importancia.  

Grandes amigos

A mi amigo Araña le gustan las palabras como charro, chocarrero, charratera, chinarro, racha, chancharro, churro, cacharro, churrasco, chorro o chatarra; nos la pasamos de maravilla tomando cervezas y chapurreando de esto y lo otro aunque, pese a conocernos del liceo, no creo que tenga idea de mi predilección por vocablos del tipo alcornoque, Alburquerque, albaricoque, bicoca, aciclovir, acoquinar, alambique, boicot, etcétera. En fin, tampoco es que yo sepa tanto de él ni que tengamos demasiadas cosas en común fuera de una enmarañada caligrafía, garrapateada a la medida de una ortografía igualmente lamentable -de todas formas pienso que la mala ortografía es señal de una sobresaliente capacidad de abstracción-, que vivamos en la misma calle -Avenida Holanda, pero a bastantes cuadras- o que a los dos nos entusiasme el rock ruidoso newyorkino y hasta los girasoles de Van Gogh en las consultas dentales -si bien prefiero los paisajes, entre otras razones, porque me encanta la palabra landscape, mientras Araña seguramente prefiera Los comedores de papas-. En resumen, somos lo que se dice grandes amigos.