Tuesday

de conejos y sombreros


Tengo que reconocerme responsable de cierta premeditada falta de espontaneidad, pero debo decir en mi favor que creo que ésta característica esta tremendamente sobrevalorada. Supongamos que al abrir un paquete envuelto en papel de regalo descubriera un contenido insospechado, como podrían serlo un gatito negro envuelto en una bufanda a cuadros o la Antología de Spoon River de Edgar Lee Masters. En un evento como el descrito, pese a mi sorpresa seguramente tendería fingir la mas flemática serenidad, tal y como si de una corbata, un libro de autoayuda o un espantoso perfume se tratara. (Confío en que mi abuela no se haya enterado aún de la existencia de internet, ni mucho menos de que escribo un blog).

Otro ámbito en el que demuestro mi gran afición por no actuar espontáneamente se puede apreciar cuando, casual o no tan casualmente, doy con una buena respuesta para una pregunta que aún no me han formulado o que sé que me formularan tarde o temprano. En casos como éste hago uso de las más variadas mnemotecnias para retener la frase que quiero repetir en el futuro tan pronto como se de la hipotética ocasión. Es así como hace unos días leí un poema de Alberto Caeiro -uno de los tantos heterónimos de Fernando Pessoa-, e inmediatamente se me ocurrió que la próxima vez que Tink me pregunte majaderamente en qué estoy pensando recitaría como si nada:

Leve, leve, muy leve,
Un viento muy leve pasa
Y se va, siempre muy leve.
Y no sé lo que pienso
Ni procuro saberlo.

Esto parece una ridícula campaña de autosabotaje, como cuando los magos revelan sus trucos, guardando las proporciones claro... sin embargo me parece estar hablando de conejos y de sombreros más que de verdadera "prestidigitación".

Sunday

pequeña mancha de tinta


Robert Walser era un suizo sin nada de relojero, carente de grandes propósitos, bueno para pasear por la nieve, que siguió estudios durante un mes completo en una escuela para sirvientes domésticos en Berlin, colaboró en la "Cámara de escritura para desocupados" y que se pasó la última parte de su vida en un hotel para escritores jubilados (instituciones popularmente conocidas como manicomios) ubicado en la alpina localidad de Herisau. Al final de su carrera, su editor Karl Seelig quería saber si volvería realmente a escribir, Walser le contestó: "con esa pregunta sólo se puede hacer una cosa: no responderla". El día de Navidad del año 1956, unos niños encontraron su cadáver vestido de negro sobre la nieve...parecido a una mancha de tinta en una hoja de papel.

Tiene una frase-cita bien extraña que no sé porqué creo que entiendo:

“Si el viento es tan gracioso es porque es un insolente.”

(Escrito a lápiz. Microgramas I.)

Saturday

cabeza de pollo

Creo que ya lo había mencionado, pero por las dudas lo repetiré: me parece de pésimo gusto eso de ir por la vida vanagloriándose de la mala suerte que se tiene, de la mala memoria, de lo despistado, pobre y hasta de lo incompetente para las matemáticas que es uno...es absurdo presumir sobre los propios defectos, intentar convertirlos en grandes atributos por obra de unos cuantos pases mágicos de cinismo.

Digo lo anterior disculpándome de antemano por la siguiente confesión: soy un experto perdedor de cosas, olvidadizo empedernido de paraguas, lápices y teléfonos celulares, y lo más probable es que si la cabeza humana fuese desmontable, mi cuerpo andaría por ahí caminando descabezado como ocurre algunas veces cuando se decapita a un pollo.

Tengo tanta experiencia en perder cosas que he desarrollado una suerte de desapego preventivo para con los objetos, sobre todo con los más preciados. Consiste en darlos por perdidos desde el momento mismo en que entro en posesión de ellos, así cuando los extravío, no experimento casi ningún pesar. De ésta forma una bicicleta, un encendedor, una bufanda, una nueva cedula de identidad o un billete de $10.000, se convierten automáticamente en especies amenazadas por el peligro de extinción.

El mecanismo de la resignación funcionaba como de costumbre hasta hace unos días atrás, cuando se me quedó un libro en el bus que me traía a la capital de la republica desde las remotas provincias del sur. Se trataba de un viejo volumen de El Viaje Sentimental de Laurence Sterne –uno de mis escritores no leídos favoritos-, publicado por Espasa Calpe. El libro, que adquirí por un precio inferior al de un viaje en micro, había reposado desde hacía unos cuantos años junto a otros clásicos publicados en la fabulosa colección austral de ésta misma editorial (Gómez de la Serna, Wittgenstein, Chesterton, por ejemplo). Lamento la perdida por que es claro que ya no leeré esta obra, pero mas que nada por el destino cruel que le aguarda a éste libro, aunque siendo consecuente, ya lo era desde que puse mis ojos en el; por lo viejo que estaba y lo poco popular de su autor, lo más probable es que sea tirado a la basura o abandonado sin ser siquiera hojeado. Tal vez debería cambiar mi cama de posición para evitar el peligro de levantarme con el pie izquierdo.

Thursday

can-devo-revolu-ción

No es que sea muy devoto hoy por hoy, pero creo que siempre he tenido cierta inclinación a lo religioso… en fin, pasan los años y uno se va poniendo más cínico o qué se yo…pero algo queda, y dentro de ése algo, como no, canciones. De las que dicen la palabra “Señor” (o “Lord”, en inglés) hay dos que me gustan muchísimo: “Vienen con alegría Señor” y “Kumbaya”. Les tengo mucho cariño porque las escuché de niño. De la primera recuerdo las voces lánguidas de los feligreses católicos de una pequeña parroquia sureña, sonando como un tristísimo mantra occidental… me causaba gracia, sin dejar experimentar cierto piadoso remordimiento por ello, el contraste entre el tono fúnebre en el que era interpretada y su letra tan jovial. Hace poco oí una versión en la que se reemplazaba la parte de “buscando tu paz y amor” por “fumando y tomando ron”, y debo admitir que me sentí ligeramente escandalizado: vestigios de devoción empolvados. Opino que es una excelente canción para silbar cuando se sale al campo de excursión.



En lo que respecta a esa clásica canción protesta yanqui, kumbaya, la aprendí en clases de “canto en inglés”, entonces estudiaba en un colegio bilingüe de medio pelo en el que fui forzado a emplear un ridículo gorrito; se llamaba algo por el estilo de Sir Isak Newton School… miss Ingrid, con sus lentes y su guitarra: cómo no recordar a aquella mujer por la que mis sentimientos de amor y antipatía no se distanciaban más que las alas de un pájaro multicolor y mudo (copy rights de ésta extraña metáfora para Robet Musil)-. Una vez escuché por la radio que “kumbaya” viene de cuando los esclavos negros cantaban mientras cosechaban el algodón de Missisipi intentando decir “come with me”, es decir "ven conmigo", y logré entender por fin su, digamos, religiosa contraculturalidad. La buena de Joan Baez hace una linda versión.





Parece que siempre me atrajo esa forma de cantar desganada, que más tarde volvería a descubrir en Mazzy Star o The Pastels, por ejemplo. También me gustan lo descolorido y bostezar… pero bueno, ahí están la cafeína, el azúcar y el rock n’ roll para ponerle velocidad/molotov al tiempo cuando hace falta.